Elza Soares, la mujer del fin del mundo

“Te vas a arrepentir de levantarme la mano” canta Elza Soares en Maria da Vila Matilde, samba contra la violencia que sufren tantas mujeres. Con unos ochenta años no confesados, y problemas de columna, la carioca ha publicado un disco que hubiera firmado feliz cualquier joven cantante: A mulher do fim do mundo. Once canciones inéditas a las que ella ha puesto su voz ronca y algo rota. En la grabación, producida por el baterista Guilherme Kastrup y con dirección artística de Celso Sim y Romulo Fróes, Elza está acompañada por músicos de la escena independiente de São Paulo como los guitarristas Kiko Dinucci y Rodrigo Campos o el propio Fróes. El resultado: samba noise, cavaco en rock and roll distorsionado, con los metales del grupo Bixiga para la sexualmente explícita Para fuder o en Benedita, visión a través de un travesti de todo un submundo de crack y violencia.

A mulher do fim do mundo se abre a capella con un poema del modernista Oswald de Andrade musicado por José Miguel Wisnik. Fue el profesor Wisnik quien dijo que para ella cantar era un parto en cada sílaba. En los años sesenta, Elza Soares llenó las páginas de la prensa brasileña por su tormentosa relación con uno de los mayores futbolistas de la historia: Garrincha. Ofrecida por los medios al gran público como la mujer de mala vida que le robó el marido a su esposa (y alejó a un padre de sus hijas). Pero siempre fue valiente. No solo por atreverse a grabar discos osados como Del coxis hasta el pescuezo, con presencia de DJs y beat box, en el que denunciaba que la carne más barata del mercado es la carne negra. Mujer herida, decidió defenderse con todas sus fuerzas. Sobreponiéndose a los golpes físicos y los que propina la miseria, y a la pérdida de varios hijos, para renacer cada vez. En 1997, con el título de Cantando para no enloquecer, se publicó la biografía de esta mulata de ojos rasgados, admirada por Louis Armstrong, que ha ido moldeando su cuerpo a fuerza de mucha gimnasia, fisioterapia y repetidas visitas al quirófano. Una caja de doce CDs, Negra, reúne más de veinte álbumes que grabó entre 1960 y 1988, además de rarezas recopiladas por el investigador Marcelo Fróes.

Elza Soares nació en una favela de Río de Janeiro. Y con trece años ya era madre. Necesitaba dinero para poder alimentar a su hijo y se inscribió en unos de los populares concursos de aspirantes a artista que organizaba la entonces poderosa Radio Tupi. Apareció por los estudios de la emisora en Río de Janeiro, mal peinada y peor vestida, provocando las risas del público. El programa lo presentaba Ary Barroso –el creador de la célebre Aquarela do Brasil simultaneaba sus grandes composiciones con trabajos como locutor deportivo y animador radiofónico-. Barroso no tuvo mejor idea que preguntarle a aquella chiquilla escuálida –pesaba 38 kilos- de qué planeta venía. “Del planeta hambre”, contestó Elza.

Publicado en El País, 6/1/2016

Fotografía de Stéphane Munnier