Tenía 17 años cuando entró en la orquesta de Duke Ellington. Harry Carney, nacido en Boston, tocaba el clarinete y el saxo alto antes de pasarse al saxo barítono, y el Duque se habría fijado en él una noche que le oyó en el Bamboo Inn de Nueva York. Era 1927 y Carney ya no se separaría de él: murió el 8 de octubre de 1974, cinco meses después de fallecer Duke Ellington. Al joven Carney le aburrían los viajes en autocar y le gustaba conducir así que, a partir de 1949, decidió seguir las giras de la orquesta por Estados Unidos en su propio automóvil. Pronto tuvo como pasajero a Ellington. Parece que el chico no era demasiado hablador y su jefe aprovechaba las largas horas de carretera para dormir y trabajar.
Historias imaginarias de esos viajes sirven de nexo a siete relatos, también imaginados, de figuras del jazz como Lester Young, Bud Powell, Charles Mingus, Thelonius Monk, Ben Webster, Chet Baker y Art Pepper. Retratos conmovedores que el autor construye a partir de fotografías de Willliam Claxton, Milt Hinton o Carol Rieff y de anécdotas conocidas y citadas en artículos y libros: el juicio militar contra Young, los dientes que le saltaron a Chet Baker de un puñetazo, el piano de Monk como un mueble más de la cocina… De Ben Webster, feliz de viajar por media Europa en tren, dice que cargaba con la soledad a cuestas, pero que también llevaba consigo su sonido, a modo de consuelo. Geoff Dyer, escritor y periodista, se confiesa en el prefacio: “Mi propósito ha sido el de presentar a los músicos no como eran, sino como a mí me parecía que eran”. Y lo hace con la libertad y la emoción de un gran músico de jazz.
Pero hermoso –But beautiful, por el clásico de Jimmy Van Heusen y Johnny Burke- ya se había editado en español –Amaranto (Madrid, 1997)- aunque ahora llega con una nueva traducción. Son historias de cuando el jazz lo creaban músicos siempre al límite: entre la discriminación racial, sus adicciones a sustancias prohibidas, los abusos frecuentes de dueños de locales y discográficas, y hasta palizas de la policía. Monk, Mingus, Parker, Powell, Roach… visitaron las alas de psiquiatría de los hospitales. Dyer sugiere en el epílogo que fueron tantas las figuras punteras de las décadas de 1940 y 1950 que padecieron alguna crisis que apenas sería una leve exageración afirmar que Bellevue [hospital de Nueva York] tiene tanto derecho a considerarse la cuna del jazz moderno como el Birdland.
Geoff Dyer
Pero hermoso
(Literatura Random House. Barcelona, 2014)